¿Con logo o sin logo?

Amantes de las marcas de lujo, ¿ya notaron que el “lujo silencioso”(o sea, sin logos ni/o monogramas) está perdiendo fuerza? Atrás quedaron los días en que algunos deseaban pasar inadvertidos con sus camisetas blancas y jeans sencillos.

Como prueba está el reloj suizo de 900,000 dólares que Mark Zuckerberg usó recientemente en un video de Meta; porque nada dice “humildad” como un accesorio que podría pagar tu hipoteca varias veces.

Estados Unidos representa 25% de las ventas globales de LVMH, según Bloomberg. Si alguien entiende cómo capitalizar el lujo es Bernard Arnault, magnate detrás de marcas como Louis Vuitton y Dior. Con el regreso de Donald Trump y su estilo bigger is better, el consumo ostentoso vuelve a estar de moda; es decir, con logo, nombres de marca y monogramas. Y las marcas de lujo están más que listas para aprovecharlo.

El lujo en cifras

El mercado de lujo nunca ha sido para los tímidos. En 2024, LVMH reportó ventas por más de 79,000 millones de euros, liderado por marcas como Louis Vuitton, Dior y Tiffany & Co. Lo interesante es que este resurgimiento no solo está impulsado por las grandes fortunas. De acuerdo con un estudio de McKinsey, 20% de los compradores de lujo en Estados Unidos son millennials y Generación Z, quienes priorizan experiencias y productos que reflejen estatus. En otras palabras: quieren un bolso Gucci, pero también desean que todos lo sepan.

La piratería: el embajador incómodo del lujo

Aunque la piratería representa un desafío constante para las marcas de lujo, también desempeña un papel inesperado: el de impulsor de visibilidad. Las imitaciones con monogramas notorios hacen justo lo contrario: ponen el logotipo de la marca en todas partes. Según Marie Claire, la industria de las falsificaciones recauda aproximadamente 800,000 millones de dólares al año, impulsada por el deseo de las personas de poseer artículos exclusivos en tendencia. Según un estudio de OECD, las falsificaciones representan 3.3% del comercio mundial, pero también funcionan como un recordatorio omnipresente de la marca y su estatus.

¿Un cambio permanente o pasajero?

Aquí está la pregunta del millón (de euros, obvio): ¿quién influye a quién, el marketing político a la moda o el marketing de la moda a la política? Lo cierto es que el deseo por el lujo no cambia, lo que se transforma es la forma cómo lo mostramos al mundo. Desde un bolso minimalista que susurra exclusividad hasta una pieza cubierta de diamantes Cartier que grita opulencia, el lujo siempre encuentra una manera de seguir siendo relevante.

Moraleja: El mercado de lujo tiene para todos: les da a los que quieren gritar: “mírame, soy rico y poderoso” y también a los que prefieren susurrar: “lo tengo y soy poderoso”. En este mercado, siempre hay alguien dispuesto a pagar. En mi caso, como dice Shakira en su canción El jefe: “Tengo todo pa’ ser millonaria, gustos caros, la mentalidad, solo me falta el salario…”

Sagrario Saraid es fundadora y directora de dobleuEse Atelier, agencia de comunicación con más de 20 años de experiencia en proyectos editoriales, manejo de crisis, branding y marketing digital. Sagrario ha colaborado con marcas como HP, The New York Times, Peanuts, SAP, Fibra Danhos, Intel, GCC, Cisco, Diez Company y Great Place to Work, por mencionar algunas. Y sigue creyendo que las mejores ideas nacen en una buena sobremesa.

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