El Estadio Azteca y el intento de “rebrandear” la cultura

Icono del fútbol mexicano y mundial, el Estadio Azteca, que ha visto a Pelé y a Maradona levantar la Copa del Mundo, ha sido rebautizado como Estadio Banorte tras un acuerdo financiero.

Esta decisión ha generado una ola de reacciones en contra en redes sociales, desde memes hasta críticas, cuestionando si este movimiento beneficia realmente la reputación de la marca. Analicemos el costo de esta estrategia, las respuestas del público y las posibles implicaciones para Banorte.

El cambio de nombre del Estadio Azteca no fue una decisión barata. Banorte desembolsó aproximadamente 2,100 millones de pesos (unos 105 millones de dólares) para asegurar que su nombre esté en el estadio. Este acuerdo incluye un financiamiento para la modernización del recinto de cara al Mundial de 2026 (Fuente: Bolavip, Unanimo Deportes, ESPN Deportes, El País, TUDN).

Reacciones en redes sociales: entre memes y nostalgia

La noticia del cambio de nombre provocó una avalancha de reacciones en redes sociales. Los aficionados, conocidos por su pasión y sentido del humor, no tardaron en expresar su descontento y creatividad:

  • “¿Estadio Banorte? Te seguiré llamando Estadio Azteca”. (Fuente: El País, Infobae, TVyNovelas)
  • “Bienvenido Estadio Azteca, próximamente Estadio Banorte, al club de los nombres que nunca vamos a cambiar”. (Fuente: TVyNovelas, Infobae)

Los memes inundaron las plataformas, reflejando la resistencia del público a adoptar el nuevo nombre y su apego al histórico “Azteca”.

¡Spoiler alert!

Para quienes dicen “pues así es el negocio, los derechos de nombre se venden”, recordemos que ya hubo un intento de cambiarle el nombre en el pasado. En 1997, Grupo Modelo quiso que se llamara “Estadio Guillermo Cañedo”, en honor al directivo que impulsó su grandeza. ¿Funcionó? No. Ni su mamá le dijo así. La gente siguió llamándolo Azteca y la historia siguió su curso.

¿Publicidad buena o mala?

Es cierto que Banorte ha logrado que todos hablen de ellos. Pero, como diría cualquier abuela sabia: “No todo lo que brilla es oro”. La pregunta es si esta notoriedad abona positivamente a su reputación como marca. Asociarse con la modernización de un estadio emblemático es una jugada estratégica; sin embargo, intentar cambiar el nombre de un ícono cultural puede percibirse como una falta de sensibilidad hacia la identidad nacional.

¿Ventaja estratégica o patada al aire?

Hay una lógica en el cambio de nombre: Banorte busca visibilidad en el marco del próximo mundial. En teoría, esto genera reconocimiento de marca y posicionamiento. Pero hay algo que el branding no puede comprar: cultura. Cuando el nombre de un lugar se incrusta en la identidad de un país, cambiarlo solo genera rechazo. Pregunten a los fanáticos del Liverpool si aceptarían que Anfield se llamara “Estadio Amazon Prime”. ¡No lo harían ni con entrega el mismo día!

Lo que Banorte pudo haber hecho era sumarse a la identidad del Azteca en lugar de intentar erradicarla. Imaginen una campaña distinta. EN GRANDE: “Azteca, el estadio de México x…”. NO TAN PROTAGÓNICO: “… Banorte, el banco de México”. Nadie se enoja, la marca se asocia con la grandeza y todos ganan. Pero solo los responsables de este cambio saben por qué decidieron apostar por una estrategia que ya fracasó antes.

Moraleja del día: Si quieres cambiar el nombre de un ícono que sea parte de la cultura popular de un país, piénsalo unas 100 veces, porque te puede salir el tiro por la culata.

Sagrario Saraid es fundadora y directora de dobleuEse Atelier, agencia de comunicación con más de 20 años de experiencia en proyectos editoriales, manejo de crisis, branding y marketing digital. Sagrario ha colaborado con marcas como HP, The New York Times, Peanuts, SAP, Fibra Danhos, Intel, GCC, Cisco, Diez Company y Great Place to Work, por mencionar algunas. Y sigue creyendo que las mejores ideas nacen en una buena sobremesa.

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